El teatro romántico. Alemania, Francia y España

Cuando hablamos de teatro romántico, no nos referimos a una forma homogénea de escribir y representar, pero sí podemos establecer unas características que comparten varios países europeos:
   - El espíritu revolucionario. La transgresión como impulso creador.
   - Rechazo de las tres unidades recuperadas por el Neoclasicismo.
   - El uso de la historia como telón de fondo en el que se sitúan historias movidas por grandes pasiones: amor, venganza, honor...
   - Creación de un protagonista heroico y misterioso que se acerca mucho a los héroes clásicos.
   - Desarrollo de la maquinaria teatral y la búsqueda de efectos.

1. El teatro romántico alemán.
   El Romanticismo se desarrolla en Alemania con unos cincuenta años de adelanto con respecto al resto de países europeos.
   En cuanto al teatro, la base sobre la que se sustenta es un teatro muy popular, muy vistoso y disperso que había servido, sobre todo, como medio didáctico al servicio de la religión. Los jesuitas utilizaron el teatro como medio para enseñar y entretener. Se trata de un teatro muy colorista y con mucho énfasis en la escenografía y la interpretación exagerada, ya que muchos textos estaban escritos en latín y había que compensar con la acción para que el público los comprendiera.
   Esta tendencia popular es también utilizada por las compañías isabelinas que recorren Alemania desde finales del siglo XVI y que basan una buena parte de sus obras en la interpretación del clown y en la creación y desarrollo de personajes populares como Hanswurth (Juan Salchicha) que se convierte en un personaje popular recurrente.
   Dadas estas circunstancias, no es raro pensar que los dramaturgos del siglo XVIII consideraran que había que romper con un teatro tan popular e introducir en la escena el buen gusto y el decoro. En esa línea encontramos la obra de Gottsched, profesor de la Universidad de Leipzig, La escena alemana (escrita entre 1741 y 1745).
   A partir de 1765 el título de una obra de Friederich M.Klinger, Sturm und Drang (Tempestad y pasión) se convierte en el lema del resurgir dramático alemán.
   Este movimiento, liderado por Johann Wolfgang van Goethe (1749-1832), se podría resumir, en lo que se refiere al drama, en las siguientes características:
a) Propugna la libertad absoluta del individuo:
    la exaltación del héroe o genio creador
    la exaltación de la pasión como motor de la actividad humana.
b) Rechazo de las clásicas unidades.
c) Lenguaje entre lo lírico y la prosa naturalista.

Goethe es el autor del drama romántico por excelencia: Fausto, publicado en 1808. También escribe otros textos dramáticos. Interesa también de Goethe su trabajo como administrador teatral. El teatro alemán por tradición era ambulante, ya que no existía una ciudad que albergara teatros fijos y con compañías permanentes. Goethe se quedó en Weimar, donde durante más de medio siglo fue consejero del duque y durante veintiséis años dirigió el Teatro Ducal. Su labor fue ingente: redactó normas de dicción y gesticulación, elaboró más de cuatro mil programas, hizo bocetos de escenografía...
   Otro dramaturgo alemán fundamental en esta época es Friedrich Schiller (1759-1805), acogido por Goethe en 1799 en su teatro de Weimar. Sabía muy bien lo que era un teatro, pues en 1782, tras fugarse del ejército, fue gerente del Mannheim. Allí escribió su Don Carlos.
A la circunstancia de su estancia en Weimar debe hoy el teatro la existencia de otras obras: María Estuardo, La doncella de Orleans, La novia de Mesina y Guillermo Tell, en las que el autor de Los bandidos (1781) manifiesta su afición por el héroe mítico o histórico inserto en su contexto social. Schiller anuncia claramente todas las tendencias del drama romántico europeo.
   Entre los autores románticos alemanes hay que destacar a Georg Büchner (1813-1837) autor de una de las obras más representadas del teatro alemán, Woyzeck obra que el autor dejó sin terminar al morir. Büchner plantea la presión que ejercen los “poderosos” sobre un pobre soldado y la tesis de que sin posición social no hay moralidad posible.

2. El teatro romántico francés.
La base teórica del teatro romántico francés la encontramos en el extenso prólogo que Victor Hugo escribe para su obra Cromwell (1827). En el prólogo hace una reflexión sobre el papel del teatro en una época como la que le tocó vivir a Victor Hugo en Francia, época de cambios revolucionarios. Para él, el teatro es la forma perfecta para representar las ideas antagónicas y revolucionarias:

«El teatro es un punto de vista óptico. Todo lo que existe en el mundo, en la historia, en la vida y en el hombre, debe y puede reflejarse en él, pero embellecido por la vara mágica del arte. El arte hojea los siglos y la naturaleza, interroga a las crónicas, estudia para reproducir la realidad de los hechos, sobre todo la de las costumbres y la de los caracteres; restaura lo que los analistas han truncado, adivina sus omisiones y las repara, llena sus lagunas por medio de imaginaciones que tienen color de época; agrupa lo que ellos han esparcido, reviste el todo con una forma poética y natural a la vez, y le da la vida de verdad saliente que engendra la ilusión, el prestigio de realidad que apasiona a los espectadores después de haber apasionado al poeta.»
   El Romanticismo francés se caracteriza por encontrar en el melodrama la forma de expresión más adecuada: carga sentimental, personajes reconocibles, inclusión de elementos espectaculares, tramas complejas, etc. Todos estos elementos hicieron del melodrama un género muy popular que fue aprovechado hábilmente por los autores románticos.
   Se combina el género melodramático con el drama de carácter histórico. Un ejemplo de ello es el drama Hernani de Victor Hugo (1802-1885) polémico por romper con los preceptos clásicos y defender la libertad de creación. En este drama se pone de manifiesto la afición de los románticos franceses por la historia de España en la que encuentran personajes y situaciones que alimentan el tópico del carácter pasional y desmedido de los españoles.

3. El teatro romántico español.
   En España, el Romanticismo duró poco tiempo por la introducción tardía de los principios románticos. A pesar de su brevedad fue un periodo muy fértil en obras e, incluso, en textos teóricos.
   La base teórica del teatro romántico español la pone Mariano José de Larra en muchos de sus artículos sobre crítica teatral o sobre aspectos concretos: el papel del autor, el papel del público, etc. Aquí hay una muestra: «¿Qué cosa es por acá el autor de una comedia?»
   Defiende en sus escritos la necesidad de que el teatro se ponga al día, que los actores estudien y adquieran conocimientos de técnicas nuevas, que los autores se fijen en la realidad y abandonen la preceptiva excesivamente rígida, que las autoridades apoyen al desarrollo del teatro para formar a un público culto.
   En España, como en el resto de Europa, se fija ya definitivamente la representación en teatros a la italiana en los que se produce una separación total entre el público y lo que sucede sobre el escenario.
   Se desarrolla toda la maquinaria escénica que favorece las representaciones llenas de efectos sonoros, lumínicos y visuales. Todo ello viene a reforzar el carácter exagerado de la temática romántica. Sirva como ejemplo el final de Don Álvaro o la fuerza del sino en el que la tormenta subraya el drama del protagonista.
   Los autores que en España representan el teatro romántico son José Zorrilla (1817-1893), autor de Don Juan Tenorio, obra que representa una faceta del Romanticismo: la redención del personaje por el amor y la religión y El Duque de Rivas (1791-1865), autor de Don Álvaro o la fuerza del sino que representa el espíritu romántico más extremo: no hay redención posible ante la fuerza del destino.